martes, 6 de septiembre de 2016

Padre precavido (Cuestión de estadísticas)

          Miró a su mujer y con etílico aliento le dijo _Aunque la ruta esté mojada y las cubiertas lisas no pienso perderme el fútbol así que vos y los pibes pónganse el D.N.I. entre los dientes. Yo no, el conductor casi siempre se salva

jueves, 16 de junio de 2016

Vampirya (microrrelato para "Metal Atak II" de Impulso Comics - Basado en un dibujo de Fabián García)



          Supo que estaba viva y a pesar de la estrecha oscuridad y el hedor a muerte húmeda se sintió como una nena en navidad. Ansiosamente eufórica y tan inesperadamente feliz como jamás hubiese creído posible. Y hambrienta, más de lo que podía soportar. 
         El ataúd se pulverizó y al instante ella caminaba fuera de la bóveda familiar hacia las pesadas puertas del cementerio. 
          Conocía la ciudad como la palma de su mano. _Buenos Aires está llena de comida _ Dijo entre risas mientras se alejaba por la calle Alvear. 

        Gustavo Cipriano    


VAMPIRYA (de Fabián García)

Ropero, roperito (cuento)


          Las paredes de la habitación serán de color verde oscuro, no oscuro de oscuridad sino de feo y apagado, estarán  atiborradas de esos pequeños cuadros con fotos en blanco y negro de familiares desde siempre exánimes, o imágenes de santos adornadas con dos hojas de olivo secas cruzadas debajo de sus rostros, todas caras bidimensionales observándote  desde el limbo de lo falso y lo inexistente.
          Una ventana dará al patio y éste estará comenzando a ser invadido por una luz que ya no será la nocturna. Un momento entre la noche y el comienzo del amanecer.
          Habrá una cama grande y fea (una enorme cama de hierro de altas patas y ruidoso elástico flotante); esparcidos desprolijamente por toda la pieza habrá decenas de aparatos eléctricos ancestralmente fuera de funcionamiento, un ropero de tres puertas más ruidoso aún que la cama, una repisa con dos estantes pintada de dorado con aerosol y  sobre ella, una horrible muñeca negra de incandescentes ojos claros que te mirará desde ahí arriba con malévola intención.
          Como único sonido en primer plano, las uñas de tu perro rascando el viejo y hediondo pedazo de goma espuma que le servirá  de colchón, rasgándole el forro que ya estará hecho mierda desde antes; un poco mas lejos escucharás los pájaros enjaulados de tu vecina,  histéricos de hambre y miedo.      
          Casi sin pensamientos tu cabeza entrará en el estado de semi-vigilia que antecede al sueño, sin contacto consiente con la realidad pero con los sentidos apenas menos que alerta.
          El sonido de tu respiración; el olor a humedad; tu corazón latiendo en las venas de tus sienes; el dolor en tu nuca. Todo percibido con gran intensidad.
          Los años y el calor creciente le arrancarán un crujido a las paredes de tu casa. El miedo será repentino.  El mismo antiguo temor de ser tocado en la oscuridad. El mismo vacío.
          Los pájaros de tu vecina enloquecidos, el sonido metálico de la jaula cayendo y el rugido agudo de un gato.
          Sabrás que los pájaros están muriendo.                                          
          El sueño será inducido solo por la inminente llegada del día.
          Sentirás que es un mundo violento el que te acuna. Los peores brazos en donde dormir.                                                                    
         

          La tarde te llevará a una vida de rutina, a tu trabajo común, con obligaciones idénticas a las del resto.
          Todas las personas habitarán en un mismo desierto de soledad atractivamente disimulada, enmascarada detrás de una fachada de individualismo. Nada prometedor en el horizonte. Una vida desprovista de motivaciones. El recuerdo de la noche anterior será lo único que te haga sentir que todavía estás con vida. Evocarás el confuso sonido de los pájaros y caerás en la cuenta de que existe la muerte.
          Las caminatas hacia ninguna parte, que terminarán en la parada de algún bondi que te deje a menos de cuarenta cuadras de casa, serán de lo mas habitual. El mismo monótono paisaje a través de las mugrientas ventanillas. Los mismos rostros inalterables. Nadie que no parezca presa de un mismo mal.
          La noche ya habrá llegado horas antes cuando te encuentres con tu soledad en un espacio que, a pesar de ser el tuyo desde días tan lejanos, parecerá formar parte de los recuerdos de alguien que vos habrás dejado de ser  mucho tiempo atrás, cuando el cansancio y la asfixia aún no hubiesen  asomado su sucia cabeza.
          Entrarás arrastrando los pies, trayendo con vos el frío del invierno adherido al pesado abrigo.
          El mismo olor a rancio de siempre, el que habrás percibido cada vez que hayas atravesado esa puerta, desde años remotos, te hará sentir una sensación que, a pesar de haberse repetido cada vez que hayas entrado al lugar, será sorpresivamente molesta.
          Cuando tu rechoncho perro te salude, saltando alegre pero pesadamente a tu alrededor, para después clavar su hocico en tus partes nobles, te lo sacarás de encima con una patada y pensarás, como siempre, en lo gordo y ridículo que se ve aquel animal y en lo harto que deberá estar de no hacer otra cosa mas que comer y dormir. Te harás la promesa de ponerle la correa el domingo y llevarlo a algún parque para que corra un poco, pero sabrás que es una promesa que quedará sin cumplir, igual que la del día anterior y como las siete idénticas que habrás hecho cada día de la semana previa. El perpetuo incumplimiento para con tu persona te seguirá sorprendiendo.
          Serás un ser ajeno a tus propias cosas, un ente que reconocerá su mundo angosto cada vez que abra los ojos y que inmediatamente después de cerrarlos olvidará hasta el más marcado de los rasgos, el más notorio de ellos: las enormes fauces, negras y desencajadamente abiertas de la nada, que estará ciega de hambre, acechando y serrando su cavernosa boca en un golpe seco de dientes para morder el aire. Tu propio vacío a punto de devorarte.
          Aquel será un lugar de altas paredes húmedas, poblado de antiguos muebles y viejos ecos, un sitio con tableros de ajedrez como pisos, sin plantas, sin nada vivo mas que vos y tu perro. El televisor te estará esperando encendido en el enorme comedor sin ventanas. La luz intermitente del aparato y el suelo cuadriculado te darán sensación de mareo.
          El sitio no será reconfortante como los hogares suelen  serlo. Cada rincón tendrá impreso un sinfín de imágenes superpuestas, muy pocas de ellas dignas de ser recordadas, y no por ser horribles o dolorosas, sino porque simplemente no habrá nada relevante en ellas, solo instantáneas de tu  vida transcurriendo hacia lo que serás entonces.
          Odiarás aquel pequeño mundo lleno de cosas sin substancia.
          Cada tarea te parecerá ínfima ante los ojos de quién debiera valorarla. Te preguntarás "¿Para qué?" a cada paso.
          ¿Para qué conservar habitable el lugar?, ¿Por qué no dejar que se acumulen tanto el polvo de todos los días como la mierda de un perro que nunca sale a la calle? ¿Para qué abarrotar tu estomago y el de tu perro con comida? ¿Para que seguir con la misma ridícula película? Sentirás que tu vida es una pantomima montada solamente para complacer a un espectador que ni siquiera estará presente para ver la patética representación.
          Cosas de todos los días.
          Pero no te harás cuestionamientos a la hora de darle lumbre a lo único que sabrás que va a sacarte de ahí aquella noche.
          Luego, tendido sobre tu vieja y ruidosa cama de bronce, disfrutarás de lo delicioso. Lo único para saborear.
          Sentirás como el humo dulce y sedante surte el reconfortante efecto. Podrás percibir como la tensión se aleja lentamente. Los pensamientos que un segundo antes te hubiesen provocado solo sentimientos de angustia tomarán un carácter volátil, hasta jocoso.
          Junto a tu cama estará el perro rascando su colchón.
          Dejarás a tus ojos elegir y se dirigirán hacia el techo.
          Observarás un ventilador que siempre habrá estado suspendido sobre el centro de la habitación, sin funcionar.
          Rememorarás el día en que lo colocaron. Vos tendrías unos cuarenta años menos. Recordarás que el técnico se había mostrado muy amable dando una larga explicación de cómo funcionaba el complejo armatoste. Las imágenes parecerán estar siendo proyectadas en tus retinas. Tus padres y vos escuchando atentamente, reunidos debajo del moderno artículo. Te acordarás que el hombre hasta había dado una demostración práctica de cómo se encendía y cambiaba de velocidades, también que una hora mas tarde de que aquel didáctico obrero se hubo marchado el artefacto eléctrico palmó para siempre.
          _Cualquier problemita... ya sabe._ Había dicho el servicial sujeto mientras subía a su vieja camioneta.
          Pero nada. Nunca nadie habrá movido un dedo para hacer una llamada telefónica.  
          El ventilador continuará ahí, sin otra función más que la de juntar mugre y telarañas.
          Tragarás otra larga bocanada de aquel gustoso elixir y seguirás mirando el entorno. Plácido. Sumido en tu cuelgue.
          Verás tus cosas rodeándote, iluminadas solo por la luz del velador que estará a tu derecha, sobre el suelo de madera.
          _ ¿Habrá algo que todavía sirva entre toda esta porquería?_ Las palabras te saldrán directamente de adentro, sin pasar por ningún filtro impuesto.
          Repararás en la tele portátil que tendrá unos treinta y cinco años de vida inútil.
          El destartalado radio-reloj, poco menos de treinta.
          Un grabador marca "Nippon" de los primeros que aparecieron a fines de los '70, más de cincuenta años. Repararás en el detalle de que aquel absurdo despojo llevará mas tiempo a tu lado del que ninguna otra cosa haya persistido, incluyendo personas.
          El aparato de video. Obsoleto.
          Colgada en la pared, una guitarra de industria nacional sin marca, que conservará solo la tercera y quinta cuerda. Un verdadero fósil.
          Todas aquellas serán cosas inútiles, conservadas solo por tu debilidad y la imposibilidad de desprenderte de ellas o de cualquier otra.
          Verás que tu faso está extinguido y le darás nueva vida con tu viejo encendedor a bencina, uno de tus muy pocos objetos estimables y, sin embargo, uno de los menos usados.
          ¡Que extraño te resultará todo aquel asunto! Una persona de más de setenta años adquiriendo aquella clase de conducta. ¿Quién lo hubiera dicho justo de vos? Seguramente nadie. Al menos no aquellos personajes de tu infancia. Aquella menuda persona ya no parecerá la misma.
          Tus ojos se extraviarán nuevamente en el remoto cielo raso, tan encumbrado como las expectativas muertas.
          Un chico mirando la pared (vos soñando con ser vos).
          Tu viejo cantándote una canción de cuna.
          El tren.
          Una vieja cinta proyectada contra la pared desde el mudo "Super 8".
          Tus rodillas regordetas, paspadas y percudidas de mugre (tus rodillas cansadas temblando de miedo en la habitación).
          Siempre el temor, irrumpiendo sin permiso.
          Nadie podrá negarte que las plantas se moverán en tu patio, y no por el viento. No habrá aire vivo en el pulmón de la vieja manzana.
          _ Los pájaros..._.
          Recordarás haber oído los gritos de tu vecina loca durante aquella mañana, el llanto de la dama caída de madura cuando haya visto lo que quedó de la jaula.
          Afuera, las aves interfectas, a medio digerir, cantarán desde el estómago del gato. Pajarracos podridos en una jaula de carne viva. Los estarás escuchando.
          Pensarás que no hay sitio para factores ultraterrenos en tu mundo. Te consolarás por un segundo creyendo, por autodeterminación, que eso que estarás viviendo no será real. Luego repararás en que, verdaderamente, solo querrás que no lo sea.
          La quietud y el silencio harán que las formas comiencen a revelarse en la opacidad del dormitorio.
          Siluetas nebulosas al otro lado de tu ventana. No solo sombras. Habrá algo afuera. Aves quizás.
          Desearás poder atribuirle aquello al efecto narcótico de la chala, pero sabrás que no hay en el mundo faso capaz de causar tales derivaciones.
          Pondrás toda tu atención en el ropero de tres puertas.
          Al cabo de algunos minutos empezarás a notar que no podrás desviar tu mirada del horrible mueble. Intentarás apartar tus ojos pero no habrá en tu cuerpo fuerza capaz de controlar el menor  movimiento. La parálisis será total. Tratarás de bajar los párpados pero será imposible. Entonces comenzarás a conjeturar que algo que no querrás ver aparecerá justo ahí, enfrente tuyo, y que, como en los peores sueños, tus ojos no podrán evadirlo.
          El frío sudor bajará por tu cara y tu espalda.
          Sentirás el viento helado entrando por la ventana.
          Tus manos, dotadas de vida propia, comandadas por una voluntad que no será la tuya, se moverán para correr los mechones de pelo empapado que cubrirán tus ojos para que...
          _ ¡No!. _.
          ...puedas ver.  
          El resto de la pieza desaparecerá. Solo verás el ropero a través de un túnel hecho de oscuridad. La puerta del centro estará apenas abierta. Podrás advertir la presencia de eso. Sin verlo sabrás que ahí está.  Desearás poder moverte para correr, para huir hacia la calle, un sitio donde nunca te habrás sentido a salvo pero que en aquel momento te parecerá mejor que tu propio cuarto, tu prisión voluntaria durante toda la vida.
          Escucharás otra vez a los pájaros cantando dentro del gato. Saliendo del gato.
          La carne del depredador desgarrada por dentro. Monstruos emplumados devorando. Huesos frágiles rompiéndose en sus picos implacables, tan vengativos como justicieros.
          Intentarás pedir ayuda, emitir el grito cobarde del que está solo y no puede defenderse. Vociferaciones sin sonido. Desesperación. Tu boca en movimiento  solo emitirá un susurro imperceptible, un soplido seco. Verás unos dedos asomándose por la puerta entreabierta del ropero, cerrándose sobre su canto. La puerta seguirá sin moverse. Harás otro esfuerzo por cerrar los ojos y lo que te estará gobernando te permitirá hacerlo. Sentirás que el corazón trata de salirse de tu pecho. La imagen no desaparecerá. Con los ojos cerrados contemplarás como la oscura mano empieza a abrir la puerta. Desearás que los pájaros de tu vecina te devoren.
          Odiarás una vida incapaz de otorgar un maldito momento de distracción. Nada de anestésicos vegetales. Ni un poco de liviandad en tu cabeza. Solo el conocido terror.
          Saldrá del ropero en un flash de  tus ojos.  Sabrás que sus manos son reales, que con ellas puede tocarte. Sentirás tu cuerpo desplazándose hacia el interior del ropero, arrastrado como si se tratara de un muñeco. Te cargará fácilmente sobre uno de sus hombros, con tu cabeza colgando a sus espaldas, y atravesarán la desprolija pila de ropa para internarse en un sitio mas allá del ropero.
          Reconocerás el olor inmediatamente, el mismo que habrás sentido cada día al regresar a casa y que, seguramente por efectos del acostumbramiento, habrá ido desapareciendo al cabo de las horas, haciéndose imperceptible hasta el momento en que volvieras a entrar por aquella puerta. El olor rancio siempre habrá venido de aquel lugar.
          Verás la débil luz de tu cuarto por última vez un segundo después de que hayan comenzado a descender por la empinada escalera en espiral. Desde tu incómoda posición sólo podrás apreciar la parte mas baja de las desniveladas paredes, además de los negros escalones y las piernas de tu captor, notablemente más oscuras que la  atezada roca con la que estará construido el sombrío recinto. La escalera y el muro, de enormes ladrillos desparejos, estarán tenuemente iluminados por una fluctuante luz rojiza, seguramente una antorcha en la mano del infausto merodeador nocturno. Únicamente escucharás el eco de sus pasos, la rocosa pared te los devolverá en monótona reflexión sonora.
          El aire se irá tornando más frío y húmedo a medida que bajen. Ni rastros del dulce humo. Solo aquel desagradable hedor. Pensarás en lo lejos que deberá estar tu antigua habitación.
          Irrevocablemente seguirán descendiendo hacia lo inexplorado, hacia lo recóndito y oscuro. Escalones abajo. Más y más lejos del mundo, donde ciertamente sabrás que nadie podría encontrarte.
          El largo descenso se verá interrumpido cuando lleguen, saco y costalero, a una inmensa galería. Notarás que aquel espacio es circular. Verás, de reojo, los muros curvados y, en torno al gélido recinto, lóbregas arcadas insondables mas allá de las cuales solo cundirá una imperturbable noche espectral. Las paredes y el piso serán del mismo material rocoso que la escalera, enormes bloques cuadrados de fría piedra. La imponente estancia circular quedará atrás y comprenderás que han atravesado uno de aquellos arcos. Avanzarán por un ancho pasillo durante horas. La marcha del secuestrador seguirá siendo rítmica sobre el húmedo suelo de áspero granito como lo habrá sido al andar, en frenético descenso, sobre los desnivelados escalones. El sonido de las pisadas te resultará inexplicablemente solemne, como si se tratara de repiques de antiguos tambores tribales, viejos tambores de sentencia. Un viento frío y maloliente aullará desde las profundidades del largo corredor trayendo con él la inconfundible fetidez añeja de la muerte. Hacia aquel averno se dirigirán ustedes. De tanto en tanto verás alguna que otra abertura en una  de las paredes, entradas en forma de arco mas bajas y angostas que las de la antigua galería discoidal pero idénticamente oscuras y escalofriantes. Tu cuerpo, aún paralizado, seguirá impotente sobre el hombro del oscuro ser descarnado.
          El silbido del viento sonará como un coro de ángeles infernales. Agudas voces asexuadas cantando vocales imprecisas en un extraño lenguaje tan antiguo como el mundo mismo y sus profundidades.
          El desparejo suelo de enormes bloques desaparecerá imprevistamente y bajo los pies de aquella sombra sólo habrá roca en su estado original. Notarás también que las negras paredes han quedado atrás y verás en cambio, hasta donde tu posición te lo permita, descomunales estalagmitas elevándose como columnas. El viento ya no provendrá de un punto en particular sino que parecerá vociferar desde todas partes, en tu espalda sentirás su helada fricción. La amarillenta luz de la antorcha amenazará con apagarse y le rogarás al viento que no te prive de la última claridad. Un rezo sin sentido. Un ruego mudo. En respuesta, las melancólicas voces intraterrenas te devolverán su canto disonante.
         Entonces recordarás la entrada detrás del ropero. Los ladrillos de la pared con sus bordes filosos, la áspera roca de la escalera y también las enormes piedras  del largo corredor, cuadradas pero más redondeadas en los ángulos. Más viejas.  
          Recordarás también haber oído golpes en el ropero durante infinitas noches de insomnio, pero el fenómeno nunca te habrá parecido extraño. Tal vez fuera aquel demonio impertinente y poco silencioso construyendo una salida, un pasadizo directo a tu habitación. Advertirás entonces que algunas veces, por cotidiano, lo enigmático habrá sido pasado por alto.
          Te preguntarás qué clase de ente es aquella criatura diablesca, ese espanto noctámbulo capaz de irrumpir tan vilmente en la seguridad de tu propia casa. Con tu cuerpo paralizado seguirás atravesando aquellos negros espacios sobre el huesudo hombro de aquel espectro, observando impotente la sombría escena. Te cuestionarás también acerca de los pasadizos. Recordarás los tenebrosos arcos en la habitación circular y el terror que te habrá invadido al observarlos, tu antiguo miedo a la oscuridad.
          En un instante de llano terror el viento apagará la antorcha. Su reflejo anaranjado permanecerá vivo en tus retinas apenas por unos segundos. Luego, la oscuridad absoluta. Podrás oler el humo proveniente de la antorcha extinta. Las espectrales voces reirán en tonos sobrehumanamente altos mofándose de tu desgracia en forma innecesariamente cruel, sólo el grito de tus propias entrañas seguirá siendo mudo, y tu cuerpo inútil. Percibirás el balanceo de tu cabeza y tus brazos flácidos moviéndose al ritmo impuesto por la velocidad de sus pasos. Sentirás tu pecho y tu estómago oprimidos sobre su hombro y parte de su enorme espalda escuálida. Ambos seguirán su camino. Uno sobre el otro. Juntos y solos en la más  recóndita y profunda oscuridad. Cruzarán anchas llanuras subterráneas y respirarás los inmundos vapores de acuosos pantanos malolientes. Luego descenderán por escarpados despeñaderos hasta profundidades mucho mayores aún para después seguir avanzando sin respiro en continuo peregrinaje. Oscuridad y desolación. Paisajes tan impenetrables y misteriosos como los planes de condenación del mefistofélico bastardo. El reloj  incesante de sus pisadas marcará los últimos momentos. Un par de pies inhumanos en medio del mismo infierno. Tu negra escolta inmutable. A través de cavernosas inmensidades trazarán un nefasto camino hacia el dolor y la muerte. El dolor y la muerte. El puto dolor.
          Creerás que tu vista te está engañando cuando ambos ingresen en una iluminada cámara. Pensarás que finalmente tu cabeza ha comenzado a fallar a causa del acojonante episodio. Alivianarás tu carga diciéndole a tu cerebro que toleró hasta un punto mas allá del que nunca hubieses esperado. Incluso cuando seas arrojado sobre la fría mesa de piedra pensarás que todo forma parte del mismo delirio. Al ver el rostro de tu raptor creerás que es tu mente la que pone imágenes donde solo había incógnitas. Atribuirás su grotesca faz a miles de horas de terror vividas durante tortuosas noches, imaginando la cara de un demonio que entonces no conocías, el mismo que  ahora parecerá mirarte desde un par de párpados cocidos, hundidos y sin ojos que cubrir, encorvándose sobre tu cuerpo,  respirando a pocos centímetros de tu cara.  
          Percibirás el puño negro del destino cerrándose en torno a tu alma condenada.
          Dolor y muerte...
          Sus agudos dientes se hincarán sobre la carne de tu mejilla derecha. Degustarás tu sangre mezclada con su saliva ácida. Advertirás sus dientes chocando contra los tuyos al morder. La sangre bajará por tu cuello y goteará desde tu oreja hasta la dura superficie rocosa. Aquel será el peor de los destinos, el más cruel de los tormentos. Escucharás el sonido de su garganta al tragar tu carne. Una parte tuya perdiéndose para siempre en las fauces del mismísimo Satanás.
          Repentinamente sentirás otras bocas mordiendo. Filosas dentaduras en ambos muslos arrancando músculos y tendones. Otro de ellos hundirá su espantoso rostro en tus tripas, devorando tus intestinos y tu estómago junto con su pestilente contenido, después te mostrará el interior de su boca para que puedas verte masticado, sus párpados también estarán cosidos y la piel de su cuerpo totalmente seca y pegada a los huesos, solo el interior de su boca se verá húmeda y realmente viva. Luego más fauces hambrientas se sumarán al banquete caníbal y durante largas horas sufrirás la tortura de aquella tromba de famélicos sentenciados. Lentamente devorarán toda la carne de tu cuerpo sin que puedas hacer nada para impedirlo. Desde ensangrentados huecos los verás comerse tus ojos. También verás las descarnadas manos cociendo tus párpados con tiras hechas de tu propia piel.
          Dentro tuyo un grito sordo crecerá llegando a cada rincón de tu ser.
          En aquel momento, sin que se lo hayas ordenado, tu cuerpo muerto se pondrá de pie.  
          Entonces comprenderás que quien te entregó a aquellos torturadores no quería hacerlo, y que era en realidad un ser condenado, igual que vos y todos aquellos cadáveres animados por una fuerza incorpórea y retorcida. En aquel momento entenderás que te has convertido en un emisario de la ruina y el pesar. Serás un niño asustado atrapado en el cuerpo de un zombi, un viejo deshauciado y arrepentido de no haber generado jamás un recuerdo feliz que llene el vacío y te distraiga de la más intensa de las pesadillas hecha realidad.
          Serás un esperpento antropófago asqueado de vos mismo, un ser incapaz de rehusarse a torturar y devorar.
          Serás un misterioso ruido en el ropero de algún infortunado.


Gustavo Cipriano    

Diálogo entre padre e hijo (brevísimo diálogo para teatro)


HIJO: Papá... ¿porqué ese señor está enojado?.
PADRE: Porque perdió.
HIJO: Y ese otro... ¿porqué está tan contento?.
PADRE: Y, Carlitos... porque ganó.
HIJO: Pero, ¿está tan contento porqué ganó, o porque el otro señor perdió? .
PADRE: Es que si nadie pierde... nadie gana.
HIJO: Pero... ese señor ¿que ganó?... y el otro ¿qué perdió?.
PADRE: Ah!... Eso no importa, Carlitos. Lo que importa es ganar. No perder. ¿Entendés?... Ya sea en el fútbol, en los negocios, en la política... a ver quien se queda con la chica más linda, quien tiene el auto más caro, la casa más grande, la tele más finita, el perro más malo... todas las cosas que te hacen ser un gran hombre.
HIJO: Pero cerca de casa vive otro señor... no tiene auto... además trabaja en una fábrica y siempre viene cansado... vive en una casa chiquita y en el fútbol creo que tampoco que va muy bien, pero no parece enojado... A lo mejor no le importa todo eso. ¿No?.
PADRE: ¡¡¡¿Qué no le va a importar?!!!. ¡Seguro que es un borracho que caga a palos a la mujer y a los hijos!!..
HIJO: ¡No, Pa!. Nada que ver... es el Papá de Robertito, y es muy bueno, no está enojado... y eso que tiene un perro chiquito que ladra todo el día y ni siquiera muerde. Además la mamá de Robertito también trabaja, no toma pastillas y mira la tele llorando todo el día como Mamá. El Papá de Robertito ¡perdió o gano?... Porque él nunca está enojado.
PADRE: ¡¡Bueno, callate!!.  ¡¡¿Por qué no te vas a vivir a lo de Robertito si te gusta tanto su familia?!!
HIJO: Pero, Pa... ¿Por qué ahora estás tan enojado?... ¿Porque vos no ganaste o por que el padre de Robertito no perdió?.



 Gustavo Cipriano      

jueves, 31 de enero de 2013

La mano sangrienta (cuento)


          _Formemos una banda._ Propuso una tarde Augusto Paccino. _A vos te gusta tocar la guitarra, ¿No?.
          _Si._ Respondió Cristobal Capelletti. _¿A vos que instrumento te gustaría tocar?.
          _La batería._ Dijo Augusto.
          Entonces Capelletti lo miró a Rogelio Sarlenga y le dijo. _Entonces vos tenés que tocar el bajo.
          _Bueno._ Dijo Sarlenga. _¿Cuál es el bajo?.

         
          Augusto Paccino era un pibe bastante aplicado, no le costó mucho convencer a su padre para que le comprara una batería. La consiguieron por un aviso en Segunda Mano y, desde Santos Lugares, los tres aspirantes a estrellas de rock la fueron a buscar, en tren y bondi, hasta Ramos Mejía, lo que para ellos era bastante lejos.
          La batería era una Rex de cuatro cascos. El bombo era de color bordó, el tom era cremita y la chancha y el redoblante eran de color marrón. Tenía un charleston desflecado y un plato más grande que todo el resto amontonado. Esto último lo comprobaron cuando quisieron acomodar el platillo en la frazada que Paccino había llevado para transportar el set.
          A Cristobal Capelletti no le fue tan fácil, él no era aplicado en el colegio, de modo que no le quedó más remedio que trabajar. Por suerte su tío era dueño de una carpintería y le dio laburo al toque, duró todo un mes y con lo que ganó pudo comprarse una guitarra barata. Una stratocaster roja hecha por un luthier del barrio. Con lo que le quedó se compró una correa plateada, un cable y una púa en una casa de música de Avenida La Plata. En cambio, lo que su tío gastó en cierras durante el mes en que Cristobal trabajó en su carpintería le hubiese alcanzado para cambiar el auto.
          Rogelio Sarlenga también tubo que trabajar un mes para conseguir su instrumento. Durante todo un mes tubo que pedirle a la madre, todos los días y por lo menos una vez durante cada comida, que, por favor, le comprara un bajo.
          Cuando tuvieron los instrumentos se juntaron en la pieza del fondo de la casa de Paccino y, antes de empezar a tocar, se auto bautizaron como La Mano Sangrienta.
          Sarlenga consiguió que le presten un amplificador viejo y Cristobal enchufó la guitarra en el equipo de audio de Paccino.
          Los tres estaban de acuerdo en que Paccino era bastante buen baterista, aunque ninguno estaba seguro si al bombo había que pegarle al principio o al final del tema.
          Los primeros días de ensayos fueron mas bien exploratorios, y todo iba más o menos encaminado hasta que a Capelletti se le ocurrió que, por ahí, sería buena idea averiguar cómo se hacía para cambiar de tono.
          Sarlenga descubrió, por ejemplo, que el amplificador que le habían prestado hacía saltar los tapones.
          Al cabo de algunas semanas la cosa empezó a tomar forma.
          Capelletti ya cambiaba de traste cada tanto y podía sostener la púa durante más de un minuto, Augusto Paccino aprendió que la banana era buena para evitar los calambres y Sarlenga aprendió a arreglar los tapones.
          Siempre ensayaban a la hora de la siesta, salvo los domingos, que le pegaban duro desde las ocho de la mañana.
          Ya llevaban ensayando más de un mes y medio cuando Paccino les preguntó a los otros dos si querían tocar en el cumpleaños de su hermana, que era el Sábado ocho de mayo, sólo faltaba una semana pero los dos dijeron que si.
          Ensayaron todos los días hasta que llegó la fecha. Entonces solamente tuvieron que sacar los equipos y la batería al patio. Los pusieron en el espacio que quedaba entre la pieza de Augusto y la pileta, apuntando hacia la gente, de manera que la pileta los separaba del público.
          Tenían todo pensado. Cuando Cristobal movía la cabeza empezaban a tocar y cuando la movía de nuevo paraban. Además también habían decidido que Augusto tocara el bombo al final del tema, como para crear expectativa. Después de eso Sarlenga y Cristobal planeaban hacer algo que sólo ellos sabían, ni siquiera Augusto estaba enterado en que consistía el truco, lo único que sabía era que habían sacado la idea de un video clip.
          Como a las ocho y media empezaron a caer los invitados, todos amigos de la hermana de Paccino, en gran mayoría mujeres.
          Los tres estaban seguros que después de tocar las minas se les iban a tirar encima.
          Cerca de las once de la noche las luces del patio se apagaron y la música dejó de sonar, eso sólo podía significar una cosa, que estaban por cortar la torta. Y después de eso La Mano Sangrienta hacía su primer recital.
          Cantaron el cumpleaños feliz, la hermana de Paccino sopló las velitas, comieron torta y tomaron jugo, pero lo más importante todavía no había empezado.
          Sin que nadie se lo espere Augusto Paccino hizo un redoble, entonces Capelletti movió la cabeza y empezaron a tocar.
          Mi, Re, Do, Re; Mi, Re, Do, Re; Mi, Re, Do, Re; Mi, Re, Do, Re...
          La gente seguía comiendo torta. Algunos se reían.
          Ellos seguían tocando. Disfrutando de aquella gloria que sólo podía brindarles el escenario.
          Mi, Re, Do, Re; Mi, Re, Do, Re; Mi, Re, Do, Re...
          Algunos de los invitados los miraban con cara de asombro. Otros chiflaban.
          Ellos seguían.
          Mi, Re, Do, Re; Mi, Re, Do, Re...
          En seguida el público empezó a insultarlos abiertamente. Desapués se sumaron algunos vecinos.
          Ellos tocaban sin dejarse amedrentar por los insultos ni por las amenazas.
          Mi, Re, Do, Re; Mi, Re, Do, Re; Mi, Re, Do, Re; Mi, Re, Do, Re ...
          Los botellazos no se hicieron esperar y hasta un vecino apareció en el patio con una escopeta.
          Era momento de terminar el show.
          Cristobal sólo tenía que mover la cabeza y listo. 
          Mi, Re, Do, Re; Mi, Re, Do, Re...
          Nada más tenía que mover la cabeza.
          Mi, Re, Do, Re...
          Después de eso venía el golpe de bombo, dejaban de tocar y Sarlenga y él hacían el cierre del recital.
          Mi, Re, Do, Re...
          Cuando vio que el vecino ya lo tenía en la mira Cristobal movió la cabeza y dejaron de tocar, después Augusto le pegó al bombo y Sarlenga y Cristobal llevaron a cabo el cierre sorpresa que habían ideado, se miraron, contaron hasta tres y se tiraron en la pileta, al instante comenzaron a electrocutarse.
          Sarlenga tardó más en morir, por eso se convirtió en una leyenda, en cambio Cristobal sólo fue recordado como “el que murió con Sarlenga”.
          Augusto Paccino ahora es pelado y trabaja en el centro.

 Gustavo Cipriano    

martes, 22 de junio de 2010

El oscuro arte de la resonancia (no tan oscuro)


Todos los instrumentos acústicos (salvo los de metal) tienen caja de resonancia, recuerden sino una guitarra, un piano, un tambor, etc. La caja de resonancia realza los armónicos naturales de la cuerda o parche y le da volumen, sonoridad y armonía, lo mismo pasa con los parlantes comunes, necesitan una caja para poder sonar. La voz encuentra su resonancia en los huesos de la cabeza, especialmente en los de la cara.
Pero, ¿cómo se hace? No es tan difícil.
Sobre una nota grave pero cómoda vocalicen una A bien abierta, con la mandíbula inferior completamente floja y la lengua relajada sobre el fondo de la boca, y cierren con una N bien marcada, (ANN), al pronunciar la N deberían sentir que la voz “sube” a la cabeza, puede que lo sientan en las sienes, en la nariz, en la frente o en los pómulos, lo ideal es llevar la voz a la parte más alta de la cabeza, arriba de la frente.
Fíjense que cuando pronuncian la N y apoyan la lengua en el paladar ésta transmite la vibración al cráneo y el sonido literalmente “toca” el hueso.
La idea es repetir el ejercicio hasta aprender a llevar la voz a la cabeza sin necesidad de tanta preparación. Solamente es cuestión de práctica.¿Para que nos sirve a nosotros, se preguntan? Es que somos instrumentos acústicos y necesitamos una caja de resonancia (incluso los de Metal).

Gustavo Cipriano

Pánico escénico


Hay un grado de ansiedad que es normal antes de dar un recital, hasta saludable. Pero para muchas personas esa ansiedad se vuelve irracional, desmedida y paralizante. Uno puede estar cien por ciento convencido de saberse a la perfección el repertorio, cada parte de la letra y melodía de los temas... después de todo para eso ensayamos tanto, ¿no?... pero hay quienes se olvidan de todo cuando suben al escenario y enfrentan al público, incluso antes. Algunos comienzan a experimentar el pánico escénico la noche anterior en forma de insomnio, ansiedad extrema (ataques de ansiedad o de pánico) y preguntas del tipo “¿para que hago esto?” o “¿cómo era que empezaba el tema nuevo?”. Aunque no soy psicólogo ni nada por el estilo trataré de ayudarlos con este asunto, porque de la experiencia también se aprende. Muchas veces mis rodillas temblaron, la garganta se me secó, se me hizo un nudo en la nuez, el aire no me pasaba y para rematarla mi voz dijo “chau” a la mitad del segundo tema. Lo que realmente me ocurría era que tenía miedo. No me sentía preparado. Y no lo estaba. Pero no era entrenamiento musical lo que necesitaba sino escénico. El escenario era un monstruo violento y cruel, no perdonaba. Daba igual uno fabricado con cajones de cerveza y tablones que el del auditorio más pulenta. Y la realidad era cruel. No tenían sentido tantas horas de práctica ni tanta guita gastada en ensayos si después lo que se veía en el escenario era cualquier otra cosa. Un pibe sufriendo, tratando de agarrar la púa que se le caía porque las manos le transpiraban a full. Eso no le gustaba a nadie, ni al público ni a mí. Algo tenía que hacer. Entonces me anoté en un taller de teatro. Al toque supe que había hecho un negocio redondo, era gratis y había un montón de minas. Pero también me di cuenta que uno se podía divertir en el escenario, por más ensayado que estuviera el cuadro o “scketch” siempre se podía encontrar algo nuevo, descubrir como decir mejor una frase o que cara o impostación de voz era más efectiva o graciosa. Y lo mejor era que la mayoría de las veces ensayábamos en un escenario de verdad. De esa forma me fui familiarizando cada vez más. Los ejercicios y la improvisación (que al principio me resultaban bastante difíciles e incómodos) me fueron muy útiles, aportándome una mayor comprensión del medio (en este caso, el escenario), eso me dio soltura, tanto física como mental, un factor imprescindible a la hora de colgarse un instrumento o empuñar un micrófono y enfrentar al público, ya que no es sólo música lo que vienen a buscar, sino además entretenimiento. También está bueno conocer el concepto de la cuarta pared, que no es otra cosa que el borde del escenario. A veces creer en la existencia de esa pared invisible ayuda mucho a la hora de superar el pánico escénico. Pero también nos aleja del público. Por ahí eso está bueno para un actor que necesita meterse en el personaje y no escuchar como desenvuelve caramelos la vieja de la tercer fila, o algún ronquido misterioso que viene del fondo, pero nosotros no somos actores, y nos conviene llevarnos bien con el público en vez de hacer de cuenta que no está ahí. Digamos que de la misma manera en que los actores deben construir esa cuarta pared, nosotros tenemos que tratar de tirarla abajo. Además en teatro uno aprende, entre otras cosas, donde pararse para no estar en penumbras, a darle balance visual a la escena aprovechando los espacios vacíos, también se aprende a respetar al que está en el escenario con uno, a no hablar sobre las palabras del otro (o ponerse a gritar durante el sólo de guitarra). Sepan también que hacer teatro no es la única salida. Hay formas de ir acostumbrándose al publico gradualmente. Por ejemplo: pidiéndole a los demás músicos que inviten gente a los ensayos, amigos de ellos, preferentemente desconocidos para nosotros. Después de todo el pánico escénico no es otra cosa más que el miedo a los ojos de gente extraña. También sería bueno filmar algún ensayo cada tanto. De esta manera podríamos vernos más objetivamente. Por ahí hasta descubrimos que no somos tan malos. Y si hay algo que no nos gusta lo corregimos y listo. Tampoco está de más recordarles que el alcohol no es un buen remedio. Es verdad que un trago puede ahuyentar las inhibiciones, pero en un estado de ansiedad extrema se corre el riesgo de tomar demasiado y terminar sumando un nuevo problema al que ya teníamos. Como mantenerse parado, por ejemplo, o no vomitar. Además de los efectos que el alcohol tiene sobre las cuerdas vocales. Tampoco es recomendable medicarse para un show, la voz y el cuerpo se cansan, la garganta se seca y el aire nunca alcanza. Lo más valioso a la hora de evitar (o enfrentar) el pánico escénico es una real auto - confianza (sin perder la crítica). Si sabemos hasta donde podemos dar, que temas podemos cantar y cuales no, seguramente vamos a subir al escenario con cierta “autoridad” o “tranquilidad”, un respaldo práctico - teórico que nos da el criterio necesario para saber, objetivamente, con qué se va a encontrar la gente cuando nos vea y escuche. Finalmente está bueno decir que, muy a pesar nuestro, debemos aprender a convivir con las cosas que no nos gustan de nosotros. Si esperamos ser perfectos nunca nos vamos a poder subir a ningún escenario. Gran parte del truco está en asumir nuestras limitaciones y, como dicen los de Alcohólicos Anónimos, “...aceptar las cosas que no podemos cambiar”, aunque yo también agregaría “disimular las que se puedan disimular”.

Gustavo Cipriano

Tapping de violín


Aunque no es raro que me escriban preguntando dentro de que registro catalogaría yo a tal o cual cantante tomando en cuenta las notas a las que llega, me sigue sorprendiendo la necesidad que algunos tienen de definir, por ejemplo, si Geoff Tate es Tenor o Barítono, o en que nota empieza el registro de Soprano.Por mi cuenta y a fuerza de pura reflexión les digo: olvídense de eso, tales rótulos no se ajustan a nosotros, fueron creados para clasificar a cantantes de siglos pasados, en ese momento a ningún compositor se le hubiese ocurrido que algún día pudieran existir cantantes como Geoff Tate, sino piensen en los Castrati, pibes a los que castraban antes de la pubertad para que su voz no cambie con el desarrollo y puedan cantar en registros como, por ejemplo, el de Andre Matos, es obvio que si hacían eso es por que no podían concebir llegar a cantar de esa forma a través de la técnica, de forma que mucho menos iban a inventar un término para ese tipo de voz. Creo que vale la pena decir que si bien la técnica moderna toma muchos elementos de la Escuela Italiana (especialmente en la terminología) si hoy existen voces como la de Geoff Tate, André Matos, Michael Kiske, etc. es gracias a la Escuela de Opera Alemana. Personalmente creo que catalogar las voces en el registro de Tenor, Contra Tenor, Barítono, Mezzo Soprano, etc. está bien para la Ópera pero no para el Heavy Metal.Por otro lado dudo que Hendrix se haya preguntado como se llamaba en italiano (o en inglés) eso que hacía parecido al Tapping, o como se transcribía… o si se podía hacer con violín. Menos mal, ¿no?.


Gustavo Cipriano

Gestualidad y sobre actuación


Antes de leer este artículo les vendría bien releer el que habla sobre la identidad de la voz ya que, prácticamente, son correlativos, eso es por que la “verdadera” gestualidad emerge de la propia personalidad.
Hay que aclarar que en este plano uno no está obligado a nada. Ni siquiera a ser cien por ciento original. A la hora de gesticular se ven las verdaderas influencias por que, así como uno se parece, más que a nadie, a sus padres, también se parase un poco a sus héroes. Es imposible no tomar gestos de nuestros cantantes favoritos, pero hay que tener el cuidado de no tratar de clonarlos. Si uno creció escuchando (y viendo) a Bruce Dikcinson, Rob Halford, Ronnie James Dio, Ian Gillan, Phill Anselmo, Dee Snyder... etc., es imposible no parecernos un poco a ellos en la parte gestual, ya que esas cosas se aprenden, pero no podemos (no deberíamos) permitir que nuestra propia personalidad desaparezca.
La gestualidad escénica nace de la necesidad de demostrar físicamente algo, que a veces es lo mismo que estamos diciendo y otras veces no.
En determinados momentos un simple gesto de la mano puede servir para aclarar una parte de la letra, sería como decir: “Bueno, blanqueemos esta metáfora, la cosa es así”.
Después hay movimientos que la gente ya conoce, por ejemplo, si señalamos al guitarrista todos saben que viene un solo, de esa forma hacemos que la atención se centre en él. Le pasamos la pelota. Lo ayudamos a estar en primer plano. O si apuntamos el micrófono hacia el público ellos ya saben que les estamos pidiendo que canten.
Más allá de todo esto hay que entender que la gestualidad es un medio de expresión. Una forma no hablada de decir las cosas.
Una frase puede significar muchas cosas dependiendo de la forma en que se diga.
Es altamente recomendable estudiar teatro, aunque sea durante un corto tiempo, esto nos ayuda, entre otras cosas, a familiarizarnos con el escenario, a saber como y donde pararnos, a adaptarnos a la iluminación para no estar en la penumbra. Y, sobre todo, nos sirve para aprender las bases de la expresión corporal.
Pero ojo, no tratemos de hacer Hamlet cada vez que salimos al escenario, no intentemos ser maestros del drama, con la calavera en la mano y todo eso, aunque por momentos podemos serlo, pero nunca actuarlo. A veces uno realmente sostiene una calavera en la mano mientras canta, pero no se la inventa, y no es de utilería, la calavera se hace presente por su cuenta, uno la sostiene y la mira por que está ahí. Otras veces no hay calavera. Y si no la hay... no la hay y punto. En ese caso actuar como si la calavera estuviese ahí sería sobre actuar. Si no está no podemos verla, entonces nadie podrá. En cambio, si realmente sostenemos una calavera, todos van a verla aunque sea invisible.
¿Demasiado metafórico?.
Lo que quiero decir es que la sobre actuación se nota y queda muy mal, al borde del ridículo. Si lo que decimos nos enoja dejemos que se note, pero si no nos enoja no pongamos una cara ensayada. No nos inventemos un personaje. No tratemos de parecer nada que no seamos. Respetemos nuestra propia naturaleza. No hace falta andar saltando como un demente ni darse el bocho contra las paredes, aunque el hecho de que no sea necesario no implica que, si nos pinta, no podamos hacerlo. Eso sí, hagámoslo con casco... o pongámosle una funda bien gruesa a los equipos, ya que se devalúan mucho cuando están manchados con sangre.


Gustavo Cipriano

Los inadaptados musicales


Es sabido que los sonidos se producen mediante vibraciones en el aire, y que la música requiere un patrón ordenado en esas vibraciones. Que cada nota tiene una frecuencia determinada, o sea, que vibra con una periodicidad específica. Por ejemplo, la nota “La 4”, vibra cuatrocientas cuarenta veces por segundo (el famoso 440) y, entonces, para reproducirla con la voz hay que hacer vibrar las cuerdas bocales esa misma cantidad de veces... bueno, o cerca. Pero... ¿Cómo se hace eso?, ¿Se cuentan las vibraciones?, ¿Se miden con un osciloscopio? No… ¿O sí?
Bueno, más o menos. Ya que somos máquinas muy completas, amigos. Nuestro osciloscopio se llama oído musical, audio percepción, musicalidad.
Pero se puede tener mucho oído y cantar como un perro, dirás… y tenés razón. Es cuando uno tiene oído para darse cuenta que está desafinando pero no puede corregirlo. Eso nos puede ocurrir por que no hay entrenamiento, práctica, “memoria muscular”, o porque, simplemente, no estamos adaptados al medio musical. Somos inadaptados musicales.
¿Cómo? Muy simple.
Hay personas que no se adaptan al medio social, no se adaptan a la sociedad y desentonan dentro de ella, no tienen oído para escucharla, no la entienden y, por consiguiente, no pueden vibrar (como el 440) al unísono con ella. Tienen desórdenes (fobias, adicciones, enfermedades mentales, etc.), no cuadran dentro de la sociedad establecida. Pero hay sub-sociedades (sub-culturas) y los músicos somos una de ellas (no digo que seamos como los “Magios”, hablo de otra estructura de pensamiento) y así como hay gente que no se adapta a la sociedad colectiva, hay gente que no se adapta a la música.
Hacer música es moverse dentro de un universo que, para muchos, siempre será un misterio.
Quiero decir que no todo el mundo puede cantar afinadamente (o tocar un instrumento emotivamente).
Aprender a cantar es muy difícil. Lleva mucho tiempo y laburo. Muy pocos están dispuestos a trabajar durante tanto tiempo en algo que, seguramente, nunca será rentable.
Para muchos otros no es fácil aceptar las indicaciones o correcciones del profesor. No se adaptan a su papel de alumno. Son los que vienen y te dicen como les tenés que enseñar. En lo que a mí respecta hay que dejarlos que sean autodidactas.
Después están los que encajan tan bien con la sociedad, están tan amoldados, tan bien adaptados al medio social, que sus mentes no aceptan otras estructuras. Sólo piensan (y viven) en función de lo que tienen y de lo que quieren llegar a tener, porque para adaptarse a la sociedad hay que ser como ella, o sea, materialista, consumista, superficial, segregacionista e individualista. Lo difícil sería que alguien así pudiera ser un músico legítimo (aunque, lamentablemente, eso nunca demostró ser un impedimento a la hora de tener una banda o vender discos).
La música COMO ARTE no está hecha precisamente por quienes están adaptados socialmente sino todo lo contrario. Aunque, por supuesto, hay que laburar mucho, no alcanza con ser un inadaptado (que lástima, ¿no?).
Y está bien ser empresario si te gusta (y podés)... o dentista, pero no se puede tener todo, no esperes que cuando cantes “Mistreated” o hagas un sólo de guitarra todos se pongan a llorar de la emoción.
Si mi pensamiento todavía te parece sectario imaginémoslo al revés: ¿Te harías sacar una muela por un artista que vive del arte y saca muelas por hobbie, por más que se haya recibido con las mejores notas y tenga colgado un diploma grande como una pantalla de cine?. Supongo que no, es más, te recomiendo que no.
Claro, el tipo cree que es un dentista buenísimo por como disfruta sacando muelas, pero los pacientes no vuelven y, los que lo hacen, vienen con un policía.

Gustavo Cipriano

Drogas, alcohol y cigarro


Bueno amigos, imagino que muchos pasarán este informe por alto, pero no importa, porque sé que en algún momento lo van a leer. Sé que lo que menos quieren es escuchar sermones (mucho menos leerlos) por eso quédense tranquilos, yo no soy cura ni evangelista. Menos aún un santo (tampoco verdugo).
Simplemente les contaré el efecto de las drogas, el alcohol y el cigarro sobre las cuerdas vocales.
Bueno... ahí va.
El tabaco... en fin, ya se sabe. Se supone que si uno canta no debería fumar. Pero ¿Por qué?.
Resulta ser que la inhalación repetitiva de los productos químicos que tiene el pucho, además de la nicotina y el alquitrán, irrita toda la garganta: laringe, faringe y sobre todo, las cuerdas vocales. Estos químicos, además, aumentan la secreción de jugos gástricos. ¿En que nos jode esto?. El Estomago se hincha y el diafragma no puede bajar como debería.
Por otro lado tenemos el alcohol que, entre otras cosas, nos deshidrata. Yo no digo” no tomes”, sólo te recomiendo que, si querés tener un buen rendimiento, cuando cantes tomá agua, lo ideal (utópico diría) es no tomar nada de alcohol ya que este congestiona la faringe y, gradualmente (o sea, a medida que la borrachera avanza) congestiona, también, las cuerdas vocales. Y ni hablemos de lo que le hace al oído, y cuando hablo de oído hablo de oído musical, suele pasar que uno cree estar cantando en cierta nota cuando en realidad está cantando en otra. Además hay algo muy curioso que pasa en la cabeza del cantante borracho: Es como cuando Homero se mira al espejo y se ve musculoso a pesar de ser un lechón, bueno, es algo parecido, de pronto en la mente aparecen delays, reverbs, compresores y todo tipo de efectos que distorsionan la percepción para transformar la voz real en otra que nos gustaría escuchar.
Lo que le hace la cocaína (en cualquiera de sus formas) a la voz y a las cuerdas vocales es similar a lo que le hace al resto del ser humano, que es destruirlo gradualmente. Pero, para ser más específico, se come las cuerdas vocales, las lastima haciéndolas envejecer antes de tiempo y la voz ya no vuelve a ser la misma.
Pero no se espanten amigos, que todo tiene solución.
Si el consumo se suspende la voz también se puede rehabilitar, esto se hace con distintos ejercicios que recuperan la musculatura del cuello, después se trabaja con la voz “muda” y dos formas distintas de falsete pero, sobre todo, arduo laburo y paciencia.
La Mariguana, además de amenizar los ensayos, tiene en general los mismos efectos que el tabaco, a los cuales se suma uno que hay que tomar muy en cuenta, que es la falta de aire. O, más bien, una sensación de que falta el aire, esto nos hace respirar instintivamente por la boca lo que hace que las cuerdas vocales se sequen, además de esa forma tragamos mucho aire y el diafragma se encuentra limitado en su descenso.
Los psicofármacos también nos afectan negativamente a la hora de cantar. Vengan o no con receta. Ni el psiquiatra ni el farmacéutico nos avisan que la boca nos va a quedar seca como lengua de loro. La sensación es parecida a comerse una cucharada de maicena, u ocho huevos duros sin tomar agua. Una porquería. Pero bueno. Tampoco se le puede pedir a la gente que ande por ahí disfrazada de Piñón Fijo y teniendo ataques de pánico.
Pero ¿Qué pasa con el chocolate?. ¿Por qué no se puede tomar ni mate ni café antes de cantar?. ¿Sirve de algo el té o es negativo?.
Sepan que la grasa del chocolate afecta negativamente nuestro esófago generando molestias en la garganta e impidiendo una buena colocación de la voz. Genera un cosquilleo muy molesto. También vuelve ásperas las cuerdas vocales y disminuye notoriamente nuestro rango tonal.
Después están el café y el mate, que resecan las mucosas y entorpecen el canto. El té, en menor medida, produce el mismo efecto.
La gaseosa también es muy perjudicial, porque nos llena de gas e impide el cómodo descenso del diafragma.
Pero el de las comidas recomendables y sus tiempos es un capitulo aparte.
A demás me imagino que ya te cansaste de leer.
Sólo me queda citar las palabras del sabio filósofo contemporáneo Diego Capusotto: ”cuidate, querete, ojito, ojete.”


Gustavo Cipriano

La identidad de la voz


No hay dos personas iguales.
Ni siquiera los gemelos son perfectamente idénticos.
Parecen iguales, pero a medida que uno los va observando se da cuenta de las diferencias. Con la voz pasa lo mismo.
Podríamos enseñarle canto a un par de gemelos idénticos, usando los mismos métodos, con la voz en una misma colocación y resonancia pero, de todas formas, sus voces no serían iguales, serían muy parecidas, seguramente casi idénticas, con diferencias prácticamente imperceptibles, pero no serían iguales.
Por ejemplo: Si uno de los dos fuma y el otro no, ya hay una diferencia. Y si uno tiene tendencias asesinas y el otro, por ejemplo, cuida perritos que junta de la calle... bueno, la diferencia es aún mayor. Y eso se escucha en la voz, la propia personalidad.
Pero para que nuestra personalidad aflore debemos matar al imitador que todos llevamos dentro o, por lo menos, domarlo, tener una charla con él y decirle: "Mirá flaco, está todo bien con vos, pero a partir de ahora vas a cantar nada más que en la ducha o en algún caraoke con amigos, pero el que se sube al escenario soy yo, el que va a ir a ensayar voy a ser yo... y el que va a cantar en la grabación soy yo, no vos". Entonces el imitador sólo aparece cuando lo necesitamos, por ejemplo: cuando hay que hacer un cober o participamos en algún tributo, pero no le demos demasiada libertad, el imitador que llevamos dentro es un tipo jodido, de vez en cuando hay que aplicarle un correctivo para que se quede en el molde. Uno no puede salir y tratar de cantar como Ronnie James Dio o Bruce Dickinson, salvo que seas Dickinson o Dio en persona.
Muchos alumnos vienen a la primer clase y me dicen: "Quiero que me enseñes a cantar como vos". Y yo les digo: "No puedo, yo quisiera cantar como Walter Mezza". Entonces se van. Pero hay algunos que se quedan. Son los que entienden lo anterior. Eso de que cada uno es quien es con su cara, su voz, su personalidad, sus sentimientos y deseos. Su historia. Todo.
Si un cantante disfraza su voz se está disfrazando entero, la actitud no se imposta, el alma no se imposta. Dejemos eso para los actores, ellos se ponen un par de lentes o unos bigotes postizos y hacen de cuenta que son otra persona. Lo nuestro es diferente amigos, es como salir y mostrarse en bolas, tal como uno es.
No somos personajes.
La idea es tomar todos nuestros recursos técnicos, nuestros valores morales y/o espirituales, nuestra carga emotiva, nuestro temperamento (también es importante el estado anímico del momento), todo eso se junta con nuestro timbre natural, tesitura, color de la voz y rango tonal, sin olvidar nuestras influencias (no solamente musicales sino estéticas y culturales en general), todos estos elementos juntos conforman una voz única, propia. Con personalidad. En la que uno puede reconocerse, escucharse y decir: "Si, escucho en mi voz mis pensamientos, adivino mi gesto. Si, recuerdo lo que sentía cuando lo canté. Ese soy yo"

Gustavo Cipriano

Los límites naturales


Hace poco un amigo me escribió diciendo que creía haber llegado al límite de su rango, o sea que no podía pasar de determinada nota, y esto le resultaba particularmente frustrante ya que sólo tiene 20 años.
En esto del canto uno siempre va a encontrar límites si los busca, y está bueno conocer los propios límites, lo malo es pensar que no se pueden superar, es normal encontrarse con esas limitaciones a los 20 años, especialmente si uno recién empieza a investigar la propia voz, ¿cómo explicarlo mejor?...
Cuando te iniciás en el canto la voz está “rígida”, no tiene soltura para ir y venir por el pentagrama, esto es por que antes la usabas nada más que para hablar y, ¿cuántas notas usamos para hablar?, menos de una octava seguramente, ese es el único motivo por el cual al principio la voz parece tan “corta”, el rango se encuentra limitado por que las cuerdas vocales no están acostumbradas a ir a notas extremas.
Imaginá tu propio rango de voz como un terreno que te pertenece y donde podés moverte en completa libertad, pero está cercado por alambre, podés saltar el alambrado si querés pero el viejo de al lado te va a sacar a escopetazos, o sea, te va a ir mal, lo mismo pasa cuando querés violentar los límites de tu propia voz. Pero si en lugar de querer saltar el alambrado vas agrandando tu terrenito de a poco la cosa cambia. La paciencia y perseverancia son fundamentales en el aprendizaje del canto ya que si bien a veces los resultados pueden aparecer muy rápido normalmente requieren de mucho tiempo y laburo.
Lo que quiero decir es que una voz bien trabajada siempre está en crecimiento, y no me refiero solamente al rango de notas que podemos cantar sino también a la calidad (afinación, volumen, resonancia, etc.).
Así que no se asusten si encuentran límites, al contrario, tómenlos como parte del aprendizaje, como obstáculos a vencer. Si te encontrás con un límite eso significa que podés verlo, no es que antes no tuvieras ese mismo límite sino que no lo sabías, y lo primero que hay que hacer para sortear un obstáculo es verlo.

Gustavo Cipriano

Ampliación del rango natural


Cuando alguien quiere ampliar el rango (comúnmente llamado registro) por lo general lo que busca es cantar agudo, nadie viene y me pregunta: ¿Cómo hago para cantar “The sign of the cross” de Maiden?; ¿Cómo puedo llegar a esas notas tan graves?”. Al menos hasta hoy. Pero eso no importa, porque el rango se estira en ambas direcciones aunque sólo laburemos para hacerlo más agudo, lo fundamental es conseguir soltura en la lengua y la garganta y elasticidad en las cuerdas vocales, eso es lo que nos va a permitir cantar casi en cualquier parte del pentagrama (dentro de lo humanamente posible, claro).


Antes que nada recuerden que es fundamental vocalizar (o cantar) todos los días, si no hay entrenamiento nada es posible, el entrenamiento y la práctica continua, casi podría decir obsesiva, son el único camino. Imagínense si yo tratara de levantar un auto o arrastrar un avión con los dientes, seguro terminaría con una linda hernia, un pinzamiento de columna o directamente sin los dientes. Uno los ve por T.V. y piensa: “mirá este tipo... que al pedo que está, que ganas de perder el tiempo entrenando...”. Y si... hay que tener ganas, pero también es importante entender que no estamos perdiendo el tiempo, al contrario, lo estamos ganando, por que cuanto más le dedicamos al estudio vocal más nos aseguramos mantener la voz sana y en forma a través de los años. Piensen que los cantantes de heavy metal somos el equivalente a los que salen por la tele arrastrando un avión con los dientes, ya que solemos llevar nuestra voz hasta el límite. Somos los dobles de riesgo del canto.
Para llegar a las notas agudas es primordial que no haya tensión en la garganta ni en la lengua, normalmente estos son los factores más comunes que impiden una correcta emisión de las notas agudas.
Para “aflojar” la lengua hay un ejercicio muy efectivo que consiste en hacer los solfeos utilizando la sílaba “DA” (da,da,da,da...), tiene que ser en un tono cómodo, donde la voz suene limpia. La “D” tiene que ser bien definida, con la punta de lengua contra la parte de abajo de los incisivos superiores, al pronunciar la “A” la mandíbula debe caer al igual que la lengua. La lengua tiene que quedar relajada sobre el fondo de la boca, tocando los incisivos inferiores con la punta. Primero debe hacerse lentamente, prestando atención solamente a la relajación de la lengua, no importa el sonido de la voz, después debe realizarse como cualquier solfeo. Siempre en un tono cómodo. Este ejercicio, si está bien hecho, relajará también la garganta. Recién cuando hayamos dominado y comprendido perfectamente el ejercicio podemos hacerlo en tonos agudos, vamos a notar que son más fáciles de alcanzar. A veces cuesta algo de tiempo llevarlo a la práctica cuando cantamos “de verdad”, lo importante es tener en cuenta que la lengua siempre tiene que volver hacia la parte baja de la boca después de articular cada consonante, o sea, en las vocales.
Si esto no los ayuda no se desesperen, hay más ejercicios.
¿Qué hacemos cuando un elástico está apretado?. Lo estiramos para alargarlo. ¿De que manera?. Tensándolo y aflojándolo repetitivamente. Las cuerdas vocales se “elastizan” cuando hacemos lo mismo con ellas. Y es muy fácil. Simplemente hay que solfear sobre los bordes de nuestro rango “cómodo”. Un fraseo agudo... otro grave, y así sucesivamente. Por ejemplo podemos empezar el fraseo grave en Do (5° cuerda - 3° traste) y el agudo en Sol (4° cuerda - traste 5), haciendo frases de 3 o 5 notas. Con el tiempo, bastante tiempo, el registro se amplía invariablemente.
Por supuesto que todos los ejercicios deben ser realizados usando la respiración baja.
También puede ser que algunas voces no lleguen a notas a las que antes llegaban con comodidad, esto puede deberse a una lesión, tranquilos, este tampoco es el fin de todo, las voces se recuperan mediante ejercicios en tono medio con poco volumen y sobre la letra “U”, si les sale en falsete mejor (como el primer falsete grabe que hace Guillan en el tema “Child in Time”) aunque con la voz natural también funciona, lo importante es que sea una voz limpia, a veces parece que la voz está muy reventada, pero siempre hay una parte del rango que está limpia, nada más hay que vocalizar un poco hasta encontrar las notas “sanas”. En este caso conviene descansar un tiempo, no cantar durante un par de semanas, pero si es imprescindible cantar y los temas son exigentes entonces tendrán que adaptarlos un poco, aunque lo recomendable cuando hay algún tipo de lesión es no cantar sino vocalizar limitándote a hacer los ejercicios.
También puede ser una buena excusa para empezar a tomar clases de canto y si el asunto se puso muy complicado no duden en ir a un médico de garganta. Recuerden que un buen encordado de guitarra sale unos cuantos mangos, uno de bajo... ni hablar, un juego de cuerdas vocales es irremplazable.

Gustavo Cipriano

Respiración (primero lo primero)


Ya que siempre conviene arrancar por el principio, les digo que para adquirir técnica es fundamental, antes que nada, aprender a respirar con la parte baja de los pulmones, apoyando el aire sobre el diafragma y, por suerte para nosotros, no es nada difícil.


Para entender la mecánica alcanza con hacer el siguiente ejercicio: simplemente saquen la panza cuando toman aire (preferentemente por la nariz) y métanla al dejarlo ir (obviamente por la boca). Pónganse una mano en el estómago, el aire parece ir ahí más que a los pulmones (eso es por que el diafragma, al bajar, comprime los órganos del aparato digestivo haciéndolos ir hacia delante, de modo que ustedes en realidad no están sintiendo el aire en la mano sino sus propias tripas apretadas). Repitan esto unas cuantas veces, tomen aire y llévenlo hasta la mano inflando la panza, después hundan el estómago al dejarlo salir. Un detalle muy importante: en el caso de respirar por la boca hay que evitar hacer ruido al tomar aire. Al principio hagan el ejercicio sin emitir otro sonido más que el del aire saliendo, después pónganle alguna sílaba, por ejemplo “NNA”, con doble N (la N está buena por que absorbe el impacto y nos ayuda a encontrar fácilmente el tipo de resonancia que buscamos, pero de eso voy a hablar más adelante). Otra cosa, el aire tiene que salir por sí mismo, como un globo que se desinfla, pero nunca hasta el final, siempre queda un margen de aire, NUNCA canten hasta el último aliento, ya que no sólo queda como el culo sino que también compromete la garganta. Recuerden que no hay que hacer fuerza para que el aire salga, la fuerza la hace el diafragma, para eso respiramos con la parte baja, para hacer que el diafragma baje, lo que ocurre después es que (al ser elástico) el diafragma empuja el aire hacia fuera, de manera que éste sale por propio impulso, como un pedo en el bondi. Pero guarda, que esto no significa que nunca vayamos a hacer fuerza, a veces hay que meterle un poco de compresión hidráulica para hacerla sonar como queremos (llegado el caso siempre es preferible que nos duelan los músculos del abdomen a que nos duela la garganta o directamente nos quedarnos mudos) pero por ahora no estamos buscando ningún sonido en particular sino simplemente empezar a dominar la respiración. Muchos profesores pueden no estar de acuerdo en esto último, pero cuando tomen el aire no lo bloqueen adentro, no lo retengan, esto puede hacer que la garganta “golpee”, y el golpe de garganta es algo que siempre deberíamos evitar. Les aseguro que se puede clavar un grito o machacar con la voz sin recurrir al destructivo “golpe de glotis”... ahora ése es su enemigo mortal, ¡Muerte al golpe de glotis!. El aire tiene que fluir con libertad, livianamente. Si después de cantar una frase cerramos la boca el aire, por sí mismo, empieza a entrar en los pulmones (a veces rápido y a veces lentamente, dependiendo del apuro que tengamos por meter la próxima frase), después, una vez que el diafragma está lo suficientemente abajo, el aire sale sin esfuerzo. Es como tocar con los pies el fondo de una pileta frofunda, una vez que llegás abajo dejás que la presión te empuje para volver tranquilamente a la superficie.

Gustavo Cipriano