Supo que estaba viva y a pesar de la estrecha oscuridad y el hedor a muerte húmeda se sintió como una nena en navidad. Ansiosamente eufórica y tan inesperadamente feliz como jamás hubiese creído posible. Y hambrienta, más de lo que podía soportar.
El ataúd se pulverizó y al instante ella caminaba fuera de la bóveda familiar hacia las pesadas puertas del cementerio.
Conocía la ciudad como la palma de su mano. _Buenos Aires está llena de comida _ Dijo entre risas mientras se alejaba por la calle Alvear.
Gustavo Cipriano
VAMPIRYA (de Fabián García)
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